Si este hombre, como tantas otras personas, se ha visto obligado a renunciar a sus pertenencias, sera por incumplimiento de algun contrato. Si habia contrato o contratos con BANKIA, se supone que era cliente de la misma.
Hay que hacerse algunas preguntas, para entender el estado de exclusion social de este hombre. Preguntas curiosas que, al hacerlas, podemos llegar a conclusiones curiosas.Una: ¿Cuanto pidió este hombre a BANKIA, cuanto préstamo cubria con su patrimonio y cuanto le concedieron?. ¿Donde fue a parar su patrimonio desahuciado, y donde esta ahora, cumpliendo que fin social?. Si este hombre cometio algun error, que estoy seguro de que asi fue, y está tirado en la calle, ¿Donde debe estar el BANKIARIO que cometió el error de prestarle, lo que no podia pagar?.
Claro que si todos los bankiarios son un poco alumnos de su creador Rato, ya sabemos lo único que pueden llegar a hacer.
Los bankiarios y todos los prestamistas, deberian ser usuarios obligados de la Ley del Talion. Asi irian aprendiendo cuanto cuestan los errores, independietemente, de quien los cometa. Antes de echar a la gente a la calle, se lo pensarian dos veces. Seguro que sí.
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Domingo 07/07/2013. Actualizado 11:59h.
PALMA
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Crisis
'Bajo un puente' por culpa de Bankia
Solo quedan dos 'sin techo' en el Parc de Ses Estacions. | Jordi Avellà
- Lleva tres meses viviendo en la calle tras perderlo todo
- Vive en la antigua estación de autobuses
Ocultando la verdad. «No quiero que mi familia se entere de que vivo
en la calle». Así es el día a día de uno de los dos sin techo que
residen en el parking de la antigua estación de autobuses en Palma.
Tras perder su casa y 120.000 euros, se vio obligado a tener que cambiar su cómoda cama por un viejo colchón en plena vía pública. «Por culpa de Bankia lo he perdido todo, me engañaron y me han dejado en la ruina», afirma apenado el indigente, que espera poder recuperar pronto su antigua vida.
Sin absolutamente nada y ocultando la verdad a su familia, el hombre, animado por un amigo, decidió unirse a un grupo de sin techo que ya estaba residiendo en el parking de la antigua estación de autobuses, al lado del céntrico Parc de Ses Estacions.
A su llegada, se encontró con un colectivo de 12 personas, todas ellas en la misma situación que él, sin un sitio donde dormir. Tres meses después, sólo quedan dos viviendo en la zona.
¿El motivo? Hace un mes la Policía Local desalojó a todos los indigentes que utilizaban ese parking como domicilio. Únicamente él y Alfonso, otro indigente, se han quedado allí; el resto se ha dispersado por Palma. Otros se han ido a un albergue.
«He pensado muchas veces en irme, pero en el Refugi hay mucha gente y aquí al menos tengo aire acondicionado», bromea al referirse a la brisa que corre durante el día por esa zona.
Alfonso, su compañero, trabaja como aparcacoches en Tráfico, pero él, en cambio, prefiere dedicarse a otro tipo de cosas: «Estoy para todo lo que me quieran pedir, trabajo de lo que puedo y de lo que me ofrecen, ya sea de camarero, limpiando, etc.».
«Llevo tres meses viviendo en la calle y, si todo va bien, dentro de unas semanas recuperaré todo lo perdido: mi casa, mi dinero y, sobre todo, mi vida». Y es que su caso está en manos de la Justicia. El proceso, instruido «por el juez Castro» cuenta, está llegando a su fin y parece que tendrá un final feliz para este indigente. Pero mientras llega ese ansiado día, su casa sigue siendo la vía pública.
Tras el duro varapalo que le deparó la vida, el hombre se siente muy arropado y querido por algunos comerciantes y vecinos de la zona. «Todos ellos son unas bellísimas personas, me tratan de maravilla y se preocupan por mí». En especial los dueños de dos bares que le han hecho la vida más fácil.
Antonio, del bar El Apeadero, le ha ayudado mucho emocionalmente. Además de invitarle siempre a comer y comprarle lo que necesita para su higiene personal. También considera su amigo al dueño del Bolixe, que le sirve todas las noches un plato caliente de comida sobre la mesa.
Sin embargo, durante este tiempo los sin techo de la zona se han ganado algún que otro enemigo. El suyo lo tiene claro: el presidente de uno de los bloques de pisos, al que señala como el principal culpable de que la Policía desalojara a todos sus compañeros, con la «mentira» de que todos eran unos borrachos y unos escandalosos, cuando «nuestra convivencia era muy buena y nos llevábamos estupendamente».
Muchos de ellos viven en grupos para sentirse más protegidos, especialmente por las noches, y evitar así que otros les quiten su sitio. En verano, por el calor, algunos de ellos optan por trasladar su residencia a zonas próximas a la playa.
En Palma hay unos 120 indigentes que duermen en la vía pública de forma fija, según el Institut Mallorquí d’Afers Socials (IMAS), un dato difícil de cuantificar ya que muchos de ellos son estacionales.
«Nadie puede echar a una persona de la calle, a no ser que cause un problema de orden público e intervenga la Policía», admite el coordinador del área de inserción social del IMAS, Octavio Cortés.
El IMAS cuenta con una Unidad Móvil de Emergencia Social (UMES) que da asistencia a personas con problemas de exclusión social, aunque hay algunos indigentes que no quieren recibir ayuda de la entidad.
«Intentamos convencerles de que vayan a dormir a albergues, les ofrecemos alimentos, ropa de abrigo y mantas. También les revisamos toda su documentación y les ofrecemos asistencia y seguimiento médico», concluye Cortés.
Tras perder su casa y 120.000 euros, se vio obligado a tener que cambiar su cómoda cama por un viejo colchón en plena vía pública. «Por culpa de Bankia lo he perdido todo, me engañaron y me han dejado en la ruina», afirma apenado el indigente, que espera poder recuperar pronto su antigua vida.
Sin absolutamente nada y ocultando la verdad a su familia, el hombre, animado por un amigo, decidió unirse a un grupo de sin techo que ya estaba residiendo en el parking de la antigua estación de autobuses, al lado del céntrico Parc de Ses Estacions.
A su llegada, se encontró con un colectivo de 12 personas, todas ellas en la misma situación que él, sin un sitio donde dormir. Tres meses después, sólo quedan dos viviendo en la zona.
¿El motivo? Hace un mes la Policía Local desalojó a todos los indigentes que utilizaban ese parking como domicilio. Únicamente él y Alfonso, otro indigente, se han quedado allí; el resto se ha dispersado por Palma. Otros se han ido a un albergue.
«He pensado muchas veces en irme, pero en el Refugi hay mucha gente y aquí al menos tengo aire acondicionado», bromea al referirse a la brisa que corre durante el día por esa zona.
Alfonso, su compañero, trabaja como aparcacoches en Tráfico, pero él, en cambio, prefiere dedicarse a otro tipo de cosas: «Estoy para todo lo que me quieran pedir, trabajo de lo que puedo y de lo que me ofrecen, ya sea de camarero, limpiando, etc.».
«Llevo tres meses viviendo en la calle y, si todo va bien, dentro de unas semanas recuperaré todo lo perdido: mi casa, mi dinero y, sobre todo, mi vida». Y es que su caso está en manos de la Justicia. El proceso, instruido «por el juez Castro» cuenta, está llegando a su fin y parece que tendrá un final feliz para este indigente. Pero mientras llega ese ansiado día, su casa sigue siendo la vía pública.
Tras el duro varapalo que le deparó la vida, el hombre se siente muy arropado y querido por algunos comerciantes y vecinos de la zona. «Todos ellos son unas bellísimas personas, me tratan de maravilla y se preocupan por mí». En especial los dueños de dos bares que le han hecho la vida más fácil.
Antonio, del bar El Apeadero, le ha ayudado mucho emocionalmente. Además de invitarle siempre a comer y comprarle lo que necesita para su higiene personal. También considera su amigo al dueño del Bolixe, que le sirve todas las noches un plato caliente de comida sobre la mesa.
Sin embargo, durante este tiempo los sin techo de la zona se han ganado algún que otro enemigo. El suyo lo tiene claro: el presidente de uno de los bloques de pisos, al que señala como el principal culpable de que la Policía desalojara a todos sus compañeros, con la «mentira» de que todos eran unos borrachos y unos escandalosos, cuando «nuestra convivencia era muy buena y nos llevábamos estupendamente».
Muchos de ellos viven en grupos para sentirse más protegidos, especialmente por las noches, y evitar así que otros les quiten su sitio. En verano, por el calor, algunos de ellos optan por trasladar su residencia a zonas próximas a la playa.
En Palma hay unos 120 indigentes que duermen en la vía pública de forma fija, según el Institut Mallorquí d’Afers Socials (IMAS), un dato difícil de cuantificar ya que muchos de ellos son estacionales.
«Nadie puede echar a una persona de la calle, a no ser que cause un problema de orden público e intervenga la Policía», admite el coordinador del área de inserción social del IMAS, Octavio Cortés.
El IMAS cuenta con una Unidad Móvil de Emergencia Social (UMES) que da asistencia a personas con problemas de exclusión social, aunque hay algunos indigentes que no quieren recibir ayuda de la entidad.
«Intentamos convencerles de que vayan a dormir a albergues, les ofrecemos alimentos, ropa de abrigo y mantas. También les revisamos toda su documentación y les ofrecemos asistencia y seguimiento médico», concluye Cortés.
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