Siento admiración por su buen hacer, por encariñado con su profesión y sobre todo: Por su amor por la verdad. Además tiene buen estilo para contarla.
Creo que el retrato que hace del problema de Gamonal, es extraordinario. También tiene otro gran mérito su comentario. Desnuda y nos muestra como prototipo, al corrupto del PP que lo es. Si se dedica al urbanismo, a la municipalidad, a las reclasificación o a las subordinadas y las preferentes. Todos los corruptos del PP parecen clonados, obedecen a los mismos patrones, a las mismas carencias de moral y de conciencia y la misma fuerza sin freno de amasar euros aunque sea a costa de las vidas de las personas.
Con las preferentes, parece que esta próxima la explosión popular contra los insaciables almacenadores de corrupción. En el Gamonal, parece que el PP, se ha visto obligado a aplicar calma, mejor que provocar como hacen siempre.
Felicito al autor del comentario que sigue, porque creo que ha descrito maravillosamente un atropello cometido contra un colectivo de gentes buenas.
-------------------------------------------
Mas INFO
Qué está pasando en Burgos
Para
entender a qué viene la durísima oposición de los vecinos del barrio burgalés de
Gamonal a las obras de un simple aparcamiento, hay que remontarse mucho. Al
menos un par de décadas.
más INFO
Como siempre que
un conflicto estalla, las causas rara vez se pueden explicar con lo que sucedió
el día anterior. Para entender qué está ocurriendo en Burgos y a qué viene la
durísima oposición de los vecinos a un simple aparcamiento hay que remontarse
mucho. Al menos un par de décadas, si no más.
Durante
años, antes incluso de la llegada de la burbuja inmobiliaria, Burgos fue una de
las ciudades con la vivienda más cara de España, sólo superada entre las
capitales de provincia por Madrid, Barcelona y San Sebastián. ¿La causa? A
simple vista parecía inexplicable. Burgos no es ni mucho menos una gran urbe,
unos 180.000 habitantes. Su población es estable desde hace años y, comparada
con otras, apenas ha recibido inmigración. No tiene tampoco ninguna barrera
natural para su expansión: está en mitad de un llano, sin esos límites que en
otras ciudades pone la montaña o el mar. No tuvo tampoco un desarrollo económico
excepcional: ni es un Silicon Valley, ni ha vivido ningún repunte industrial. Es
una ciudad conservadora donde nunca parecía pasar nada, más allá de esa aparente
maldición que obliga a la mayoría de los jóvenes a escapar. Conozco bien de lo
que hablo. Nací en Burgos, estudié un año allí, en el Instituto Cardenal López
de Mendoza, y gran parte de mis compañeros de estudios viven hoy en Madrid,
forzados a emigrar por la falta de oportunidades en la
ciudad.
Sólo hay
una razón que pueda explicar por qué en Burgos la vivienda se disparó: la
corrupción urbanística. Durante años, un constructor y sus amigos manejaron las
recalificaciones del Ayuntamiento, que controlaba la derecha. Ese constructor se
llama Antonio Miguel Méndez Pozo, aunque todo el mundo le conoce como Michel
Méndez Pozo. O como "el
jefe". No solo se dedica al ladrillo. Es también dueño del
Diario de Burgos, el periódico
más leído y con más influencia en la provincia.
Con una
mano, Méndez Pozo controlaba las listas de la derecha al Ayuntamiento, donde
llegó a amparar una candidatura de "independientes" contra la lista de Alianza
Popular. Con la otra, manejaba la política urbanística de la ciudad. Sus
componendas con el Ayuntamiento llegaron a juicio a principios de los noventa.
El propio José María Aznar –entonces presidente de la Junta de Castilla y León y líder
regional del partido, además de amigo íntimo de Méndez Pozo– tuvo que
declarar por sus estrechas relaciones con el constructor;
Aznar reconoció que le pedía su "opinión", que era su asesor para temas
urbanísticos. En 1992, el alcalde de Burgos, José María Peña, fue condenado por
prevaricación a doce años de inhabilitación para cargo
público. A Méndez Pozo le cayeron siete años y tres meses de
prisión. Sin embargo, el constructor sólo cumplió nueve meses antes de salir de la
cárcel en tercer grado. Más tarde, el Gobierno de
José María Aznar indultó al alcalde Peña, que volvió a
presentarse a las municipales y salió elegido concejal (Burgos es así).
La cárcel
no fue un obstáculo en la carrera de Michel Méndez Pozo. Al contrario. Tras
pasar por la trena, no sólo no se convirtió en un apestado sino que aumentó aún
más su fortuna, sus relaciones y su poder. En Valladolid, se alió con el grupo
PRISA para lanzar otro periódico, El Día de
Valladolid. En Navarra, se asoció con la
COPE. Puso en marcha la delegación autonómica
castellanoleonesa para Antena 3, y también pactó con su antiguo rival, el
constructor leonés José Luis Ulibarri, para montar juntos la televisión
autonómica semipública –la paga la Junta– de Castilla y León.
Su grupo de
comunicación, Promecal,
también se expandió a Castilla-La Mancha. Allí lanzó varios periódicos que
fueron muy leales al PSOE hasta que ganó el PP. De paso, aprovechó su presencia
en los medios para sacar tajada con sus otros negocios: sus empresas
constructoras están entre las principales deudoras de la
quebrada Caja Castilla-La Mancha. Méndez Pozo también invirtió
en dos de los agujeros negros más famosos de la comunidad: el ruinoso aeropuerto
de Ciudad Real y el proyecto de parque temático "El Reino de
Don Quijote".
Burgos fue
y ha seguido siendo el bastión de Méndez Pozo. Con la ayuda del periódico, se ha
impuesto antes y ahora al propio Partido Popular, en una extraña relación donde
un hombre que nunca ha sido militante del partido es el auténtico poder. Los
alcaldes cambian pero Méndez Pozo permanece. El Diario de Burgos un día calla y al otro se
convierte en referente
del periodismo de investigación, al destapar un escándalo con
la factura telefónica de uno de los concejales del Ayuntamiento, casualmente uno
con mala relación con el constructor. De fondo de estos navajazos, un proyecto:
el del aparcamiento en el barrio obrero de Gamonal.
El Vallecas de Burgos
Para
entendernos, Gamonal es el Vallecas (o el Hospitalet) de Burgos: un antiguo
pueblo en las afueras de la ciudad que acabó anexionado por la capital
provincial. El franquismo llevó a Gamonal el mayor polígono industrial de la
ciudad y la inmigración rural convirtió el antiguo pueblo en un barrio obrero de
aluvión, de inmensos bloques de pisos de ladrillo visto, donde hoy viven cerca
de 70.000 personas en la zona más densamente poblada de la
ciudad.
La
principal avenida de Gamonal, esa calle Vitoria donde el alcalde quiere
construir el aparcamiento con bulevar, es la antigua carretera N-1, que unía al
antiguo pueblo con la ciudad. Por las noches, funciona un pactado sistema de
aparcamiento en doble fila. Los vecinos se organizan entre ellos, según sus
horarios, para dejar sus coches sin el freno de mano puesto. El barrio, tan
poblado, apenas tiene aparcamientos. Cuando se construyó, los obreros no tenían
coches. Hoy Gamonal, donde el paro se ha disparado, es el barrio de Burgos donde
más se nota la crisis, donde viven las personas más castigadas por la situación
económica.
Los vecinos
se oponen al aparcamiento porque dejará la mayor vía que une el barrio con el
centro de la ciudad con sólo un carril en cada dirección –ahora hay cuatro–, y
porque se quedarían sin sitio donde aparcar. Los nuevos aparcamientos serán muy
caros: 19.800 euros por cada plaza, que además no es en propiedad sino en
alquiler por 40 años, por lo que después no se podrán vender con facilidad.
Además, los vecinos no entienden que esa obra de 8 millones de euros sea la
prioridad en un barrio sin apenas equipamientos –hay una guardería a punto de
cerrar porque faltan unos míseros 13.000 euros– y en un Ayuntamiento cuyas
cuentas están al borde de la bancarrota.
Por
supuesto, detrás del aparcamiento en Gamonal hay una sombra, omnipresente en la
ciudad: la de Méndez Pozo. Ha sido una de sus empresas la que ha diseñado el
proyecto y es la constructora de uno de sus socios habituales con los que
trabaja la que se ocupará de llevarla a cabo, si es que los vecinos no la logran
parar.
El
Ayuntamiento confiaba en acabar con las protestas por la vía habitual: con el
apoyo de los medios amigos. En Burgos hay dos diarios, ambos conservadores. Uno
es de un imputado en la
Gürtel; el otro, de un condenado por corrupción. El Diario de Burgos es de Méndez Pozo y el
otro periódico de la ciudad, El
Correo, es de su socio en la televisión autonómica, José Luis
Ulibarri, otro constructor leones, imputado por la Audiencia Nacional en la
trama de Francisco Correa y el
Bigotes. El Correo,
para más señas, se distribuye de forma conjunta con El Mundo. Además de con Unidad Editorial,
el imputado Ulibarri también ha cerrado acuerdos con el grupo Vocento –editor de
ABC– y ahora está aliado con
EsRadio, la emisora de Jiménez
Losantos. Todos estos negocios entre los editores de Madrid y los prohombres del
ladrillo castellano explican también por qué el nombre de Méndez Pozo apenas se
conoce fuera de Burgos.
Sin
embargo, el apoyo de los periódicos de Burgos –como ejemplo sirve este
tendencioso artículo en el Diario de
Burgos o esta portada de El
Correo– no ha servido en esta ocasión para acallar las
protestas. El Ayuntamiento ha olvidado algo fundamental: que ahora existe
internet y las redes sociales, donde la información es mucho más difícil de
controlar.
Gamonal no
es muy distinto a otros barrios obreros españoles. Pero nadie podría imaginarse
que fuese una ciudad aparentemente tan conservadora y católica como Burgos donde
se viviese un estallido así. Los turistas que visitan la catedral olvidan que un
tercio de sus habitantes viven muy lejos del elegante paseo del
Espolón, en el olvidado Gamonal.
El PP está
alarmado y ha llamado a
capítulo al alcalde de la ciudad, Javier Lacalle. Su miedo es
razonable. Lo que hemos visto en Burgos no es muy distinto a lo que ha pasado
antes en otros disturbios como los de Londres o París. O a lo que podría pasar
en otras ciudades españolas ante chispas tan aparentemente inocentes como la
remodelación de una calle. Por mucho que el PP quiere mezclar esta protesta con
la kale borroka, asegurando que
los jóvenes violentos venían de otra ciudad –han inventado el "turismo
manifestante"–, la realidad es que los detenidos son tan de allí como la
morcilla o la catedral. Es lo que pasa cuando el paro juvenil se dispara y hay
una última gota que desborda el vaso.
Dice Noam
Chomsky que la violencia nunca surge de la nada. Tampoco en
Gamonal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario