Muy fan de… el ministro Fernández Díaz
El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz.
MONCLOA
Jo, Jorge, debe de ser por esa conexión extrasensorial tuya con Santa Teresa que, cada vez que te manifiestas, entro en éxtasis. Muy fan.Lo has vuelto a hacer. En este nuestro país descreído, escéptico y a prueba de santos –quizás porque, a la vista del panorama, cuesta cada vez más esperar milagros–, vas y sueltas que la virtuosa abulense “actúa como intercesora para España en estos tiempos recios” –hay que tenerlos de dos yemas–. Dan ganas de levitar, cambiar la cola del paro por la de la romería, llevarte un ramito de romero y dos gallinas y besarte los pies, hombre de fe.
¡Y yo, ilusa e ignorante, que creía que el presente y el futuro de un país moderno –que ya estamos en el siglo veintiuno, no sé si sabes– estaba en manos de gentes mundanas, sí, pero sobradamente preparadas para asumir la responsabilidad de representar a los ciudadanos, gestionar los Presupuestos y aplicar las leyes! Pues no, hacía falta tu divina revelación para entender que estamos en manos de los santos ¡Alabado sea Dios, qué manera de iluminar nuestros corazones, pensaba yo que lo de la luz era cosa de tu compi Soria!
Pero, claro, una que padece del mal de darle más vueltas a la cabeza que el centrifugado de la lavadora, empieza a plantearse un dilema tras otro y eso, Jorge, es un martirio. Consuela un poquillo saber que el ejercicio de dudar lo practican incluso los santos –la propia Teresa de Jesús, pasó sus noches en vela cuando su corazón fluctuaba entre la vocación religiosa y el atractivo del mundo y eso que entonces aislarse era más sencillo, no existía twitter y tal–, pero te confieso que tanta pregunta me quita el sueño, ni San Desiderio, patrón contra el insomnio, puede con mi desvelo.
Dudando, dudando, me ha dado por preguntarme, por ejemplo, dónde estaba Santa Teresa que no nos pegó dos voces cuando nos metimos en este barrizal del que ahora nos está costando tanto salir, aunque tu jefe, Mariano, no vea el oscuro fango al cuello, como la ciudadanía más incrédula, sino unas aguas transparentes, cristalinas y hasta curativas, como las de Lourdes, santas gafas las suyas.
Me pregunto también por qué la Santa –que desde el más allá se supone que divisa lo que los simples mortales no alcanzamos a ver–, no sacó su famoso brazo a pasear y se lió a bofetadas con los chorizos que nos estaban comiendo la merienda de la nevera patria. No veo mayor ofensa para su incorrupto y santo miembro, que esa pandilla que ha dejado la marca España en estado de descomposición.
Por preguntar, me pregunto también si no sería mejor reducir el gasto de la Administración Pública dejándolo todo en manos del santoral. Como empleados, no nos saldrían tan caros, nadie como tú sabe que los santos son muy de austeridad, empezando por ellos, así, dando ejemplo.
Tu Ley de Seguridad Ciudadana, sin ir más lejos, podría ser competencia del Ángel de la guarda, da menos yuyu que una colección de antidisturbios –las cosas como son– y él solito disolvería esas reuniones ilícitas que tanto te molestan, de un plumazo de ala, sin tener que gastar de los Presupuestos en escudos, gases lacrimógenos y pelotas de goma, que eso debe de costar un ojo de la cara, literalmente.
Lo de los inmigrantes que intentan entrar –a lo que entienden por paraíso– a través de la valla de Melilla, podrías dejárselo a Santiago Apóstol. Tú que tienes mano vas y le gritas: “¡Santiago, cierra España!” y te ahorrarías esas concertinas que dejan a los que saltan hechos un Cristo.
A San Prudencio podrías encomendarle la tarea de llevarte la cuenta de Twitter, que luego se filtran antes de tiempo los datos de las operaciones contra ETA y es un marronazo. Y encima provoca eso tan poco español llamado “dimisión”, quita, quita.
Yo creo que el organigrama público quedaría de este modo muy organizado y ganaría en eficacia. Ana Botella, por ejemplo, podría delegar sus funciones en San Juan Crisóstomo, patrón de los oradores, y Felipe Neri, el de los humoristas. El ministerio de Montoro, se podría apañar entre San Mateo, patrón de los cobradores, y San Dimas, el de los ladrones arrepentidos, aunque este último tendría poco curro…
Yo lo veo estupendísimo, lo único que me preocupa es que con las tensiones que soléis tener los políticos dentro de vuestros propios partidos, se enfrenten unos santos a otros y se forme un quilombo celestial. Que Báñez se pique porque Santa Teresa le quiera restar competencias a la mismísima Virgen del Rocío, que Wert y Gallardón, expertos en encender la mecha, se peleen por fichar como asesora a Santa Bárbara, patrona de los pirotécnicos y que Mato, Arenas y Zaplana se enzarcen entre ellos por tener en sus filas a la Moreneta.
Por lo demás, Jorge, que vengan los santos y tomen las riendas, ya se sabe, donde manda patrón no manda marinero. Sólo una cosita, recuerdo a una profe de Filosofía que flipaba en colores cuando veía las estampitas en nuestros pupitres durante los exámenes y nos decía: “Vale, podéis encomendaros a San Judas, patrón de los imposibles, que como no hayáis estudiado y no sepáis explicarme, con pelos y señales, La Crítica de la razón pura de Kant, vais a septiembre”. Pues eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario