ASUNTOS INTERNOS
Las cicatrices invisibles de Bankia
Bankia está curada. El tratamiento del gran banco que enfermó por años de farra y borrachera diaria nos ha costado a los españoles 22.000 millones de euros, pero ha dado un resultado excelente. Bankia es joven y lozana y sus mejillas coloradas han despertado el apetito de los inversores. El Gobierno la ha puesto a tiro y en cuatro horas los fondos de inversión, los hedge funds, los buitres, las comadrejas y demás especies del mercado se han abalanzado sobre ella. Los mismos que la hundieron están dispuestos a poseerla una vez saneada con la inyección del rescate que estamos pagando entre todos. Hay que rendirse a la evidencia. En esto consiste la recuperación.
Sin embargo, detrás de la brillante gestión de Goirigolzarri y del optimismo de Luis de Guindos se esconden las «cicatrices invisibles», ésas que según la historiadora Caroline Bird llevaron toda su vida las personas que nacieron y se criaron durante la Gran Depresión. Las cicatrices de Bankia son muchas y tienen nombre y apellidos. Son esos jubilados de las preferentes que siguen protestando delante de las sucursales con pancartas y silbatos para que les devuelvan su dinero. Personas honradas cuyos ahorros se evaporaron en el rescate y que ahora se vuelven invisibles ante la luz cegadora que desprende la salud de Bankia. Según Adicae, de los 300.000 estafados por las preferentes de Caja Madrid sólo 91.000 han recuperado la inversión.
Las otras cicatrices de Bankia no son físicas, sino morales. Tienen que ver con la injusticia de que nadie haya pagado por su quiebra, mientras todos los demás estamos pagando su rescate. El Gobierno, con el auxilio del PSOE, renunció a exigir responsabilidades a los gestores de Bankia. Tal vez porque eran de los suyos. Miguel Blesa sigue de cacería, José Luis Olivas y el resto de los directivos que se repartieron decenas de millones cuando las cajas fusionadas se iban a pique disfrutan de una vida regalada y sin estrecheces. Rodrigo Rato forma parte del selecto club del Puente Aéreo y es invitado a los encuentros más exclusivos en las casas de las personas más principales.
Estas cicatrices de Bankia están en manos de los jueces. A ellos debemos encomendarnos todos los que creemos que una sociedad no puede estar en paz con sus poderes públicos si quien la hace no la paga.
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