Si se hubiera tenido en cuenta lo de "las barbas de tu vecino"..., hoy sería todo diferente, a base de ser idéntico. Esto tiene mas de caravana de la muerte que de culebrón.
Aquí se han dado cita los mismos personajes que en Caja Madrid, idénticos tipos, idénticos deseos, idénticas voluntades, idénticos actos y, lógicamente, idéntico asesinato de la entidad. Se ha recurrido a idéntico sanatorio a tratar su salud, pero sin medicinas para los tratamientos. Había que pagarlas pero no había dinero. ¿Quien debía hacerlo?... ¡TODOS LOS ESTAFADOS, MAS EL RESTO DEL PUEBLO!.
Todo igual, nada nuevo o desconocido, todo calcado. Única variación, nombre y apellidos de los bandidos y cantidades del botín conseguido. Los mismos árbitros, los mismos tutores, los mismos políticos, el mismo partido, los mismos fiscales y los mismos jueces. Recuerdo a los que padecemos de frágiles memorias, que un personaje de alto cargo en la CNMV durante el ESCÁNDALO de C.M., pasó a serlo del BdE en el caso CEISS. Lo único que no ha coincidido ha sido la ubicación de cada caso. Uno mas lejos de Cibeles que el otro.
Después de tanta estafa y tanto golfo, tendrá que venir un fiscal con los guebos necesarios para no aplicar la impunidad por la "carencia de indicios delictivos".
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Diario de León | Martes, 25 de marzo de 2014
EL CORRO
El fin de una penosa agonía
PEDRO VICENTE 25/03/2014
Todo culebrón tiene su final y el protagonizado por el banco Ceiss y Unicaja ha alcanzado el desenlace previsto, que no era otro que la absorción del primero por la segunda. Con ello se certifica el estrepitoso fracaso del pretendido músculo financiero de Castilla y León, un intento completamente fallido que ha concluido con la fagocitación de las seis antiguas cajas de ahorro de la comunidad por bancos con centros de decisión ubicados en otros territorios.
El balance resulta desolador. Si la situación de Caja España y Caja Duero era crítica antes de su fusión, el Ceiss ha vivido en agonía desde su mismo alumbramiento. De hecho, ha permanecido desde entonces en la UVI con respiración asistida bajo estricto control del FROB, que ha tenido que ir suministrándole sucesivas inyecciones financieras —al final serán más de 1.500 millones de euros— para evitar su quiebra. Sin contar los 3.173 millones en los que se han valorado los activos tóxicos inmobiliarios endosados al llamado «banco malo».
El hecho de que su volumen de depósitos se sitúe ahora en 25.000 millones de euros, aproximadamente los mismos activos que tuvo Caja España en solitario, da idea del desplome financiero del Ceiss. Junto al 40 por ciento de los activos que sumaban ambas cajas, se han evaporado más de 2.000 puestos de trabajo y casi 500 sucursales, un drástico «redimensionamiento» al que todavía está por añadir otra reducción de plantilla del 5 por ciento. Súmese a ello el lacerante problema de los más de 30.000 suscriptores de participaciones preferentes y deuda subordinada, todos los cuales (tanto los que han acudido al canje de Unicaja como los que no) saldrán del trance notoriamente perjudicados.
Todo lo anterior para acabar convertido en un banco filial de Unicaja, la entidad financiera andaluza que, tras imponer sus condiciones al FROB, ha acabado haciéndose cargo de los restos del naufragio. La liquidación en almoneda de las cajas de ahorro de Castilla y León no ha sido producto de ninguna catástrofe natural. Cierto que la crisis y la reestructuración del sistema financiero abocaba a las cajas a reconvertirse en bancos y hacía muy difícil su viabilidad en solitario. Pero las que llegaron a este trance bien saneadas no solo han sobrevivido, sino que han salido reforzadas a costa del resto. Sin ir más lejos, Unicaja.
La combinación de unos directivos negligentes y sin escrúpulos y de unos consejos de administración utilizados por los partidos políticos para repartirse sobresueldos, créditos y otras prebendas ha resultado un cóctel letal para las extintas cajas. Unos y otros, junto a las instituciones que incumplieron sus obligaciones de control (Banco de España) o de tutela (Junta de Castilla y León), han sido copartícipes de un desaguisado del que nadie se ha dignado en hacerse responsable.
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