sábado, 6 de abril de 2013

PREFERENTES BANKIA: ¡¡A TRAGAR QUINA!!

Un buen escrito, es bueno cuando lo es; No lo es por quien lo firma. Si además de ser bueno, ha sufrido "cierta" castración, no solo merece homenaje, sino, también ayuda, para su divulgación.

Eso es lo que le ocurre, al presente comentario o "columna" de Rafael Torres: Hay Escraches y Escraches. Lo  posteo en el Blog para disfrute de los lectores. Supongo que la mayor sufridora, por la práctica del escrache, sera la señora esposa del guaperas dimitido. ¡¡Que trague quina!!

De oca a oca, y, cada uno se jode cuando le toca.

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Año 12 Número 3.994
Lunes, 1 de abril de 2013

Hay escraches y escraches

La verdad es que el escrache tiene más de encuentro que de hostigamiento.
Si las víctimas de las diabólicas hipotecas y de su consecuencia lógica, los desahucios despiadados y masivos, y no digamos las víctimas de la macro-estafa de las Preferentes, se encontraran con los políticos y banqueros autores o cómplices de las mismas en el metro, en la cola del paro, en el ambulatorio o en el "super" del barrio, podrían comunicarles allí su tragedia, explicarles los pormenores del caso, manifestarles con toda la urbanidad del mundo, que es la que suelen usar las personas decentes, su disgusto, y plantearles sus puntos de vista y sus exigencias ciudadanas, pero como la gente normal no se topa con esa otra en ningún sitio, pues transitan por mundos y realidades diferentes, no le queda otro remedio que ir al único sitio donde pudieran hallarse, esto es, a sus barrios elegantes, a las pulcras calles donde moran, a las aceras por las que acaso pudieran pasearse. 

Dicho esto, y antes de adentrarnos en la elucidación de la pertinencia o no de ese encuentro, conviene recordar que esos barrios, esas calles, esas aceras, son espacios públicos, también de los desahuciados y de los atracados, y que el derecho a expresarse de viva voz es consustancial a las necesidades y a la dignidad del ser humano.

   Lo de ir a pegar voces a un portal es, con casi total seguridad, desagradable, tanto para el que las oye como para el que las profiere, y que, de poder elegir, preferiría estar en otro sitio, en su casa por ejemplo, o en el trabajo, o en la compra, dedicado a los menesteres ordinarios de la vida. Lamentablemente, si a uno le quitan la casa, y el trabajo, y la capacidad de subvenir a las necesidades de su familia porque el Estado le ha sustraído su patrimonio, lo de ir a dar voces a un portal, acción, insisto, particularmente indeseada por los forzados a ejercerla, es lo menos que puede pasar. Ignorar eso es desconocer descabelladamente, o pretenderlo, la naturaleza humana y la fuerza indomable que es capaz de desplegar cuando siente amenazada su supervivencia.

   A tiempo está el Gobierno de considerar los peligros de jugar con fuego. ¿Quién le ha contado a Rajoy, o a De Guindos, o a Fernández, o a Montoro, o a Cifuentes, que las personas aguantan lo que les echen y, sin tasa, todo el maltrato que se les quiera inferir? ¿Dónde han visto que un padre no esté dispuesto a sacrificar la propia vida por sus hijos, esto es, por su pan, por su habitación, por su futuro? Hay, en suma, escraches y escraches, y el de los portales no es nada al lado del que sufren hoy, de quienes debieran defenderles, millones de españoles.

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